lunes, 22 de octubre de 2007

Consideraciones sobre el amor en el siglo XXI


El concepto que se reconoce como amor, y especialmente el que se refiere a la constitución de las relaciones de pareja más estables, debería redefinirse, porque en los términos actuales es una caja de ilusiones y utopías, que acaba resultando perniciosa.

Es un término contaminante y contaminado, pero también obsoleto y equívoco. No es cierto que el amor soporte nuestra civilización tardocristiana, más bien al contrario, impide que el ser humano se desarrolle en plenitud.

Vivimos una idealización del amor, que incluye determinados elementos erróneos y perjudiciales. En las culturas de origen cristiano como la nuestra, el amor es sinónimo de sufrimiento, sacrificio, subordinación, e incluso de muerte. Cristo muere para salvarnos por amor. Esto es un mito ancestral, fruto de la propaganda ecuménica, que busca la servidumbre a la bondad, para que los mismos de siempre sigan detentando el poder.

En otro escrito anterior consideré que el único amor en el que creo es el que se tiene por los hijos, y como diría Dawkins, por los propios genes, por eso no se ha extinguido la especie; ese es el auténtico amor primigenio.

El mal denominado amor relativo a la relación de pareja, trata de incluir muchas cosas en su seno, para tratar de convertirlo en un comodín mágico; nuestras mentes están condicionadas culturalmente para considerar que debe ser el motivo fundamental de nuestras vidas, y sin embargo, es posiblemente la causa preliminar de numerosos desasosiegos y dificultades en las relaciones de pareja.

Apelando al amor, “por amor”, se han cometido tremendas atrocidades, y ha habido más seres que se han sentido desgraciados que por ninguna otra escenificación humana, incluida la guerra.

El amor es una entelequia, un destino al que todos quieren dirigirse para sentirse salvados. ¿salvados de qué?, ¿de sí mismos?. El amor es una construcción humana, que actualmente está en ruinas, al menos en los términos en que se encuentra planteado en nuestra civilización. Otra cosa ocurre en otras culturas menos contaminadas de religión e intereses comerciales, como las orientales, donde el amor no adquiere nunca la condición de sacrificio, sino de privilegio.

La creencia en el amor es una motivación absurda para continuar adelante, de forma irracional; ocurre lo mismo con el sexo, que se ha considerado íntimo, natural, mágico, privado, para distanciarlo del entendimiento, de la comunicación, del aprendizaje; para que sea un camino de incomprensiones antes de que pueda ser una ocasión de encuentro y satisfacción mutua, posiblemente porque la gente que duda de sí misma es más dócil, y sobre nada en este mundo hay tanta desinformación e intoxicación como sobre todo lo que tiene que ver con el sexo.

Sentir amor no nos hace felices, más bien estúpidos, la idea del amor si nos puede hacer felices, al igual que podemos ser dichosos en nuestras fantasías; lo contrario ocurre con el sexo, la idea del sexo no nos hace felices, sin embargo la práctica sexual si nos hace sentirnos bien, sobretodo si se resuelve la ansiedad de ejecución.

Lo explicaré sucintamente, es la falta de amor la que nos hace desgraciados, la idea de la carencia, de que no existe lo que debiera existir cuando por ejemplo miramos a nuestra pareja o a nuestros hijos, y no sentimos lo que DEBEMOS sentir según unos determinados ideales preconcebidos por otros, y absolutamente incrustados en nuestra cultura, y en nuestra mente.

Debemos atrevernos a erradicar el concepto actual del amor de nuestras vidas, para poder sentir de verdad; si acaso nuestra idea convencional sobre el amor sufriera una metamorfosis, podría existir en un ámbito de libertad, pero curiosamente sólo ha existido y existe en un recinto propicio a la represión, que es en último término su negación, su renuncia. Sufrimiento y renuncia, son dos pilares fundamentales del concepto de amor que entendemos en la cultura occidental.

Debemos ser lo suficientemente sinceros con nosotros mismos y los demás para reconocer que no estamos a la altura de lo que el concepto vigente del amor, sobrealzado por miles de historias románticas, falacias fantásticas, y sueños imposibles, exige de nosotros. Debemos dejar de engañarnos, la gente que hace proselitismo ingenuo del amor no es más buena, ni más santa, en mi opinión, lo que tienen es más miedo de sí mismos, y de sus pasiones.

La realidad es palmaria, si no se producirían menos separaciones y estas serían menos dolorosas; la gente no sufre al separarse por dejar el amor atrás, sufre por que se siente defraudado, engañado, por los hijos que se quedan con el otro, por los bienes que se usurpan, por la miseria y la mezquindad a la que se asiste en la ruptura. Es la conciencia del engaño en la mitología del amor lo que ocasiona sufrimiento.

El amor es un arma muy peligrosa sobre la que no se recibe instrucción, y de ahí precisamente surgen muchos de los problemas que existen entre los seres humanos.

Sigo pensando al final de este artículo como al principio, y lo repito, con la excepción del amor de padres a hijos (que no de hijos a padres), todo lo que se dice sobre el amor, es un cuento impresionante, un cuento maravilloso que nos convierte en niños, para poder acceder a un pensamiento mágico que distorsiona nuestra percepción y criterio sobre la vida.

Debemos ser capaces de reconocer nuestra humanidad sin apelar al amor para encubrir nuestras miserias y represiones, y descubriremos que a Eros se le ha caído al fin la venda que le tapaba los ojos y que le impedía ver completamente la realidad sin represión.

No es malo sentir pasiones, aunque no vayan teñidas de amor, al contrario, es bueno, porque es precisamente una experiencia humana. Y por supuesto, ya sé que es más difícil crear que creer, pero en la creación y no en el sometimiento a la creencia, se demuestra la auténtica talla de los seres humanos.

Estamos obligados a crear una cultura afectiva que prescinda del amor, si realmente queremos que los seres humanos puedan entenderse sin dificultades sobrevenidas.

Erasmo