lunes, 11 de julio de 2011

Fijaciones de la Ciencia


“Defender un dogma más es lo último que quisiera hacer [...] La ciencia y la filosofía sólo me interesan porque desearía saber algo sobre el enigma del mundo en que vivimos, y sobre el enigma adicional del conocimiento humano relativo a este mundo. Según creo, sólo un renacer del interés por esos secretos puede salvar a las ciencias y a la filosofía de una especialización angosta y una fe necia en la destreza singular del especialista, apoyada sobre su personal conocimiento y autoridad.”

Karl Popper. La Lógica de la Investigación científica (1934).

SÓCRATES Y NIETZSCHE

Cuando Nietzsche (1844-1900), publica sus obras: “El nacimiento de la tragedia” (1872) “Sobre Verdad y Mentira en sentido extramoral” (1873), realiza una crítica despiadada a la figura de Sócrates, personaje que representa la consolidación de la evolución del Mhytos (el conocimiento fundamentado en las creencias) al Logos (el conocimiento fundamentado en la razón), como nos recuerda Cardenete Burgos.

“Sócrates fue el inventor del "hombre teórico", que representa un nuevo ideal que sedujo a los jóvenes griegos, entre ellos al magnífico Platón, que incluso llegó a quemar sus propias obras trágicas, avergonzado de su excesiva vitalidad.

El gratuito concepto de causalidad se apoderó del pensamiento occidental, ahogando a los más fructíferos efluvios del alma humana hasta subyugarlos y hacerlos vergonzosos ante los ojos de la inmensa esfinge fría de la ciencia, sublime juez”.

La explicación de la realidad, que se había atribuido previamente a la voluntad de los dioses (la causa de todo), se sustituye por la férrea dictadura de la causa-efecto, a la que se le concede casi valor mágico. Nada puede quedar más allá del largo brazo de la ciencia, que se convierte en el mecanismo fundamental de interpretación y control de la realidad. El criterio científico sustituye a la fe en la determinación de la verdad. Prosigue Cardenete Burgos en su interpretación:

“Pero Nietzsche descubre, que en realidad, Sócrates (que había sido un sofista), al negar los instintos (o despreciarlos), lo hace también por un instinto; Nietzsche, descubre que la ciencia tiene, por lo tanto, raíces irracionales (instintivas); que el cientifismo, es en realidad un desarrollo de la propia naturaleza conflictiva humana.

En “El Nacimiento de la tragedia”, establece un paralelismo entre el origen de la ciencia y el de la cultura apolínea. Nietzsche manifiesta que el orden olímpico, que surgió frente al orden titánico, es apolíneo, pero que en realidad, esa cultura apolínea tiene tras de sí, como raíces, la sabiduría griega tradicional: el espíritu dionisíaco de la sabiduría de Sileno.

Así, el origen de lo apolíneo es lo dionisíaco; los griegos, espantados por los horrores de la existencia tendieron un velo onírico para poder soportar la cara amarga de la vida: la belleza es necesaria para la vida (la apariencia estética cubre la miseria hasta dejarla oculta a nuestros ojos).

El racional y cientifista espíritu del hombre teórico surge de lo irracional. Quedando manifiesto el inconfesable miedo socrático a la contemplación valiente del mundo (de la realidad, no sólo de la realidad plausible, no solo de la realidad enmascarada, de la realidad “políticamente correcta”).

La ciencia, más que por la razón, se mueve por una pulsión incontrolable: el instinto lógico”

El control de los instintos requiere un sistema de organización que reprima sus veleidades y extravagancias, que permita condensar esfuerzos para obtener resultados, y que estos resulten útiles. Descartes, proporciona a la ciencia su método, pero al hacerlo, comete numerosos errores como establecer la dualidad entre mente y cuerpo, que ha llevado a la segregación del ser humano en sus partes. Lo psicológico (inmaterial) por un lado, lo somático (material) por otro.


CIENCIA Y METODOLOGIA

La ciencia, es ante todo un método. Los estudios sobre metodología científica, que habitualmente se incluyen en el área filosófica de la Epistemología, no han evolucionado demasiado a lo largo del siglo XX, por que no han superado sus propios debates dialécticos.

Algunas cuestiones se han ido clarificando en los últimos cien años, pero sin llegar a establecerse una propuesta definitiva, admitida por la comunidad científica de forma irrevocable. Los datos acumulados no han alcanzado el rango de ley científica, más bien son normas asumidas, buenos consejos, aceptados, respetados por una inmensa mayoría que ni se plantea (ni acaso sabe plantearse), los dilemas de la cuestión.

De esta forma, la autoridad de la ciencia, se fundamenta en la necesidad de darle consistencia y orden a la interpretación de la realidad, más que en el coraje de entender por completo lo que es la realidad.

La pretensión última de la ciencia sigue siendo la explicación de la realidad en términos de causas y efectos. Pero este objetivo definitivo, puede ser considerado de distinta forma desde el interior de la ciencia (Popper) o desde el canal por el que recorre su camino (Kuhn).

Tras las elaboraciones inductivistas de Bacon, o las aportaciones del Renacimiento, surgen las posiciones del NEOPOSITIVISMO O EMPIRISMO LOGICO, representado por Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein, Rudolph Carnap y otros más, agrupados en los aledaños del positivismo del Círculo de Viena. Algunas de sus propuestas son:

· Los enunciados científicos deben ser lógicos y verificables.
· La ciencia debe permitir el análisis lógico.
· La ciencia debe quedar delimitada por la verificación empírica

Carnap considera que una hipótesis posee una probabilidad inductiva, que aumenta o disminuye según las observaciones que se desarrollen, y el científico admite o no las nuevas hipótesis según el grado de confirmación de las mismas.

Karl Popper (1902-1994), espoleado por los principios de verificación de las propuestas establecidos por Bertran Russell y Carnap, introduce el falsacionismo como criterio suficiente para aceptar que una hipótesis científica sea válida, aunque sea de forma provisional. Publica con el sello del Círculo de Viena, su obra LA LÓGICA DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA (1934), en la que considera que el conocimiento científico no avanza CONFIRMANDO nuevas leyes, sino DESCARTANDO leyes que contradicen la experiencia. A esta refutación, Popper la denomina PRINCIPIO DE FALSACION.

Desde las aportaciones de Popper, se considera que la labor del científico consiste en CRITICAR (poner a prueba), las leyes y principios de la naturaleza de las cosas, para reducir así el número de teorías compatibles con la observación experimental. El criterio de demarcación para la aceptación de una propuesta como válida desde la ciencia, puede definirse entonces como su capacidad de ser refutada o falsabilidad.

Sólo se admitirán como propuestas científicas, aquellas que se puedan replicar o permiten observaciones que puedan contradecirlas (lo que deja fuera de la ciencia a la mayoría de las ciencias humanas). Este es el primer paso para algo terriblemente peligroso: la deshumanización de la ciencia.

Para Popper, la ciencia surge de la acumulación paulatina de teorías científicas que permiten construir leyes, sistemas y teorías generales, que ayudan a la comprensión de la realidad. Esta posición se definió como RACIONALISMO CRITICO.

Sin embargo, pronto brotaron alternativas a las propuestas de Popper, como la de Thomas S. Kuhn (1922-1996), que publica en 1962 LA ESTRUCTURA DE LAS REVOLUCIONES CIENTIFICAS, y que presenta un paralelismo asombroso con la teoría evolucionista más aceptada en la actualidad la TEORIA DEL EQUILIBRIO PUNTUADO de Eldredge y Gould, que surgió una década más tarde.

En la eterna polémica sobre la evolución de la ciencia, los paradigmas de Kuhn explican mejor que la falsación de Popper, la acumulación paulatina de resultados en el “corpus científico”; la discrepancia entre ambas se debe, en mi criterio, a que no refieren sus conceptos básicos al mismo momento de la investigación, o a una misma percepción de la evaluación definitiva de los hechos.

La teoría de Popper explica bien los hechos aislados, los fotogramas, los experimentos concretos, mientras que la teoría de Kuhn lo hace con el conjunto de los resultados, con la película completa, con la totalidad de la ciencia. Son dos planos teóricos diferente que si bien resultan indisolubles, no por ello son inexplicables por separado. Un automóvil aislado no puede explicar el fenómeno del tráfico, aunque este se produzca por la relación de los vehículos motorizados entre si en un espacio determinado.

La percepción de la ciencia establecida por Popper, es más instrumental y funcional, mientras que la propuesta por Kuhn es más holística y estructural. Si la primera nos habla de ladrillos, la segunda lo hace de construcciones. Pero ambas son igualmente válidas, aunque esto no haya sido lo más aceptado, encontrándose oposición permanente entre los que defendían una percepción y los que aplaudían su contraria.

Los paradigmas propuestos por Kuhn, más que un conjunto de principios compartidos por un grupo de investigadores en un momento determinado, son un conjunto de creencias aceptadas por la comunidad científica para interpretar la realidad (que Kuhn comparó con el concepto de juego de Wittgenstein). Los paradigmas, son mitologías “ad hoc” sobre la verdad, que conducen la ciencia a través de la realidad y el tiempo.

La oposición de Popper a la aceptación de los paradigmas, proviene de su posicionamiento político; en su crítica a Marx (“Miseria del historicismo” –1961-), propone que el desarrollo de la humanidad depende de sus avances técnicos y científicos, y que, por su propia naturaleza, resultan siempre imprevisibles (o inescrutables); por ello es imposible adelantarse a la historia y predecir su avance, lo que refuta la existencia de una ciencia marxista.

Aquellas teorías que traten de hacerlo pueden sostenerse sólo si construyen un lenguaje lo suficientemente vago y abierto a reinterpretaciones como para no poder ser refutadas (falsadas), con lo que no alcanzan el rango de teorías científicas según el criterio de demarcación de Popper, en contra de lo proclamado por Marx, que se arrogaba haber descubierto las leyes científicas del devenir histórico.

Estas teorías vagas y abiertas de las que nos habla Popper, pueden ser considerados como paradigmas, pues si bien no cumplen los criterios internos, ni lo pretenden, si resultan científicas desde la valoración de su conjunto y su evolución, es decir desde el exterior. No se debe olvidar que muchas de las presunciones marxistas se han cumplido.

Un tren es considerado como tal por un ciudadano que lo ve pasar desde la estación, aunque no viaje en él, mientras que puede ser considerado de forma distinta por un pasajero que vaya en su interior, lo que en cierta forma nos aproxima a la teoría de la relatividad de Einstein. El pasajero interior no tiene el mismo concepto del espacio-tiempo que el que permanece en el apeadero.

La perspectiva no transforma la realidad, pero la interpreta de forma diferente. Las diferencias entre Popper y Kuhn no son tan esenciales como ellos pretendieron. Aunque las consecuencias que se establecieron a partir de las mismas, les llevó a una confrontación permanente de criterios, pero posiblemente más fundamentados en posicionamientos políticos, que en refutaciones epistemológicas.

Desde la perspectiva de Popper, las propuestas marxistas se fundamentan en una falsedad irrefutable, mientras que desde la de Kuhn, podrían resultar explicadas. Darle la razón a Marx era algo bastante complicado en las décadas siguientes a la segunda guerra mundial, (y aún más para un miembro del Círculo de Viena). El posicionamiento político diferenciado de ambos investigadores, contribuyó más a su oposición teórica, que los problemas epistemológicos de discrepancia interna.


NUEVAS PROPUESTAS

Sin embargo hubo intentos de aproximación entre ambas posiciones, como los establecidos por Imre Lakatos (1922-1974), discípulo de Karl Popper. Lakatos lo planteo de forma conservadora, introduciendo el concepto de Programas de Investigación.

En su obra Pruebas y Refutaciones, considera que la teoría de Karl Popper, por la que la ciencia se distingue de las demás ramas del conocimiento, dado que las teorías pueden ser "falsadas" (al establecer sus creadores unos "falsadores potenciales"), es incorrecta, ya que toda teoría (como la de Newton, la cual estudió en profundidad), nace con un conjunto de "hechos" que la refutan en el mismo momento que es creada.

Esto le lleva a considerar que la ciencia era incapaz de alcanzar la "verdad", pero sugirió en su obra Programas de Investigación Científica, que cada nueva teoría era capaz de explicar más cosas que la anterior, y sobre todo, podía predecir hechos nuevos que nadie antes ni siquiera se había planteado. Lakatos trata de conciliar el carácter acumulativo de la ciencia de Popper, con su evolución por paradigmas siguiendo las aportaciones de Kuhn. Desde mi criterio, creo que ha formulado la teoría menos ambiciosa, y por lo tanto la más válida de todas las expuestas.

Pero también hubo otros distanciamientos, como las propuestas anarquistas de Paul Feyerabend (1924-1994), también discípulo de Popper, que en su libro “Contra el método”, dejó las cosas aún peor, planteándolo de forma radical, negando la validez de la técnica metodológica: “no existe ningún método general para ampliar o examinar nuestro conocimiento y la única descripción del progreso científico es anything goes (todo vale)”.

Según Andrew Lugg, en su libro “Seudociencia, racionalismo y cientismo” (2001), considera que Feyerabend, no ha sido enemigo de la ciencia como muchos han creído sino del cientismo, esto es, del autoritarismo de la ciencia con respecto de otras formas de pensamiento

La ciencia, tal y como la conocemos, es una nueva forma de mitología, que sigue criterios similares a las prácticas religiosas. El lenguaje religioso se puede asumir perfectamente desde presupuestos científicos. ¿Es una paradoja o un sincretismo que Mythos y Logos se confundan?. Quizás la ciencia esté llamada a sustituir a las religiones cuando la humanidad alcance el nivel suficiente de madurez cultural, por que puede cumplir los criterios de creencia, al igual que el resto de las religiones.


¿CIENTISTAS o CUENTISTAS?

Antonio Escohotado, ha escrito un magnífico libro condecorado con el premio Espasa del año 2000, “Caos y Orden”, en el que se sugieren numerosas alternativas de errores científicos consolidados.

Resulta interesante la observación de que muchas “leyes de la ciencia” se han aceptado por la comunidad científica sin mantener objeción alguna, y que a la vuelta de los años se han comprobado los magníficos errores que contenían. ¿Pero como juzgan entonces los observadores cualificados del elenco científico instalado en las universidades, centros de investigación, y academias oficiales los avances de la ciencia?. ¿O es que sus criterios no son suficientes?.

Y no me refiero al progreso científico, como la sustitución de las enseñanzas de Newton por las de Einstein, en cuanto a la gravitación universal; sino a errores derivados del miedo de los investigadores a cuestionar las ideas establecidas por sus antecesores y maestros en el proceso de investigación, cuando esta debería ser una de las motivaciones fundamentales de su trabajo. Esto conduce irremediablemente a una forma de cientismo.

El cientismo afirma que las ciencias particulares son las únicas que conocen la realidad y los problemas del hombre, convirtiendo a la filosofía en una simple "coordinadora del saber positivo", también es conocida como “la barbarie cientista”. Esto conduce a que visto un ejemplar, visto todos, y así nos va.

Como Escohotado nos refiere en su artículo “Ciencia y cientismo”, el cientismo arranca con Galileo y Descartes, y obtiene su primera forma acabada algo más tarde, gracias al genio de Newton. Es en principio fiel al puro criterio experimental de Bacon, con su propuesta de centrarse en la inducción, aunque procede mediante geometría y experimentos mentales, orientados a mostrar que la naturaleza es “reductible a leyes matemáticas...”.

“...Unido al absolutismo metafísico, político y religioso, del que toma una rígida separación entre material e inmaterial, el ideario cientista se lanza a una redefinición cosmológica apoyada sobre tres conceptos desconocidos por completo hasta entonces:

1) una materia rigurosamente pasiva (“masa inercial”)
2) traída y llevada por vectores inmateriales (“fuerzas matemáticas”)
3) cuyo movimiento resulta previsible con exactitud (calculándolo a partir de sus condiciones iniciales).

Para moverse dentro de este nuevo marco, el método es omitir suposición alguna que no se encuentre fundada en hechos verificados, y de ahí el hipothesis non fingo newtoniano, evitando el investigador todo cuanto no satisfaga las condiciones empíricas de lo investigado.”

A la vista de estas cuestiones, se puede decir que en el “corpus” científico actual, hay muchas teorías refutables que no serán refutadas, por que supondría el esfuerzo de demostrar los errores, en una lucha desigual. Si un científico a título individual descubre hoy un error en un planteamiento científico aceptado por su comunidad, para derribar esa teoría necesitaría recursos (tiempo, equipo, materiales, instrumentos) que no le van a ser proporcionados por las instituciones conservadoras que le tienen contratado. Esto ha ocurrido siempre.


SUPERANDO LAS FICCIONES DE LA CIENCIA

En un escrito anterior, abogaba por una nueva revolución que emancipara a la ciencia de sus patrocinadores institucionales o mercantiles; en esta ocasión, propongo el establecimiento de organismos independientes que permitan el desarrollo de una actividad científica ajena a los intereses políticos y económicos de las instituciones que se ocupan de la administración del saber científico.

No está nada claro que las universidades, centros de investigación oficiales, institutos específicos, o asociaciones de colectivos profesionales, cumplan con este criterio; más bien, parece que fundamentan sus actividades sobre la consolidación del más de lo mismo. Su organización, fundamentalmente política, desvía los intereses elementales de su propósito.

La ciencia institucionalizada y sus representantes tienen sus días contados, sin embargo, van a presentar una dura batalla para no ceder ni un palmo sobre el criterio que detentan, desde “su verdad oficial”.

Pero no hay que ser pesimistas, el acceso a una comunicación ilimitada a tiempo real que facilita la red de internet, el acopio de fondos ilimitado (la gran biblioteca o enciclopedia universal) que se está creando en la red, así como los criterios individuales de numerosos científicos jóvenes, bien formados, y su intención de derribar lo que no se mantiene por sí mismo, que es precisamente lo que sostiene el “establishment” científico actual, hará que las cosas cambien definitivamente, en una escalada de parsimonia imparable.

Sin embargo, se podría hacer mejor y más deprisa, si la sociedad toma conciencia plena sobre esta cuestión, y en ejercicio de su poder soberano, realiza una demanda suficiente de sus necesidades que podría acelerar nuestro destino. Si los ciudadanos apoyan el acceso al futuro (al poder científico) de los científicos más innovadores, y dejan de apoyarse y sostenerse sobre el pasado-presente que les ofrecen las organizaciones e instituciones vigentes, el futuro llegará mucho antes, y con ello el bienestar individual y colectivo.

La ciencia, no es otra cosa que un criterio, que se resume en saber decidir una respuesta a las interrogaciones eternas: ¿qué?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿con qué?, entre otras. Siempre son las mismas preguntas, solo van cambiando las respuestas. Por eso Sócrates inventó la mayéutica, que bien puede resumirse como el arte de preguntar, que no tienen nada que ver con el arte de responder, esa tarea más ingrata y complicada, es lo que se conoce realmente como ciencia, a la que se debe liberar de sus envoltorios más interesados, que no más interesantes.

Muchas de las ficciones científicas en las que hoy vivimos, han dado lugar a una peculiar manifestación de ciencia-ficción, dogmática e inerte, más preocupada por confirmar la realidad de lo conocido, que por descubrir la auténtica realidad de lo desconocido. La ciencia no puede seguir siendo conservadora, y funcionar exclusivamente por autos de fe, a modo de los tribunales inquisidores de otras épocas.

Quizás se ha realizado un largo recorrido para acabar regresando a los orígenes. El relativismo de nuestro tiempo nos conduce directamente a Protágoras de Abdera (contemporáneo de Sócrates), y a su “homo mensura”: el hombre es la medida de todas las cosas, tanto de las que es en cuanto es, como de las que no es en cuanto que no es.

El ser humano en su integridad, en su plenitud, es el objetivo último de la ciencia, que no puede ser sustituido por sus representaciones formales, sean parciales (especialización excesiva) o totales (excesiva generalización), por que ambas conducen al error. La didáctica sobre el ser humano, las ideas sobre su esencia, sustancia y circunstancia, no son el ser humano.

El ser humano es un hecho, una realidad, posiblemente la única, que no se limita a sus percepciones e interpretaciones externas, por que su realidad no es completa sin su propia autopercepción y autointerpretación. El significado del hombre proviene del exterior, pero también de su interior. Esta propuesta es inviable partiendo de los presupuestos de la metodología cartesiana

Sólo hay una ciencia, la auténtica, la que busca la verdad por inducción y la coteja por deducción, manteniendo provisionalmente el resultado obtenido, para seguir adelante su camino, sin dilación, sin interrupción, sin complacencia, sin descanso, sin otra rentabilidad que la del progreso humano. Lamentablemente, ésta no es la forma de hacer ciencia que se realiza hoy por parte de la mayoría de investigadores.

Por estas razones, numerosos problemas importantes, siguen en la misma situación que hace cuarenta o cincuenta años; no por falta de creatividad o recursos, sino por exceso de prudencia, ausencia de ambición y excesiva fijación a lo existente, por parte de las autoridades reconocidas como científicas

Enrique Suárez Retuerta